¿La carne roja causa cáncer? Esto es lo que dice la ciencia
No es necesario eliminarla, pero sí limitar su consumo y cuidar su preparación
Durante décadas, ha existido un intenso debate en torno a la carne roja y su relación con el cáncer. Aunque aún no se puede afirmar con certeza que sea una causa directa, la ciencia sí ha encontrado suficientes indicios como para recomendar su consumo con moderación.
“No puedo decirle con total certeza que comer carne roja aumentará su riesgo de cáncer, solo que los datos son lo suficientemente preocupantes como para que los beneficios de comer carne roja con frecuencia no superen los riesgos”, señala la doctora Trisha Pasricha, médica y profesora de la Facultad de Medicina de Harvard.
¿Qué dice la evidencia?
Desde la década de 1970, varios estudios han encontrado una correlación entre el consumo frecuente de carne roja y el cáncer colorrectal. Investigaciones como el Estudio de Salud de Enfermeras y el Estudio de Seguimiento de Profesionales de la Salud detectaron una fuerte asociación, aunque no necesariamente causalidad.
Basándose en más de 800 estudios, en 2015 la Agencia Internacional para la Investigación sobre el Cáncer (IARC) clasificó a la carne roja como carcinógeno del grupo 2A, es decir, “probablemente cancerígena para los humanos”.
Además, Mariana Stern, epidemióloga del cáncer en la Universidad del Sur de California, indica que ciertas sustancias químicas generadas al cocinar la carne a altas temperaturas pueden impulsar procesos que llevan al desarrollo del cáncer.
¿Qué cantidad es segura?
Según los estudios más confiables, no se recomienda eliminar completamente la carne roja, pero sí limitar su consumo a tres porciones semanales, de entre 85 y 113 gramos cada una. Una hamburguesa o filete grande podría superar esa cantidad en una sola comida.
“Intenten no consumir más de tres porciones a la semana”, recomienda Pasricha.
La carne procesada, como salchichas, jamones y tocinos, presenta riesgos aún mayores y se recomienda reducirla al mínimo posible.
Cómo cocinarla de forma más saludable
La manera en que cocinamos la carne roja puede marcar la diferencia. Cocinarla a temperaturas muy altas —especialmente al asarla o sellarla en sartén— puede producir carcinógenos. Para reducir estos riesgos, los expertos proponen:
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Evitar carbonizar o ahumar la carne, y mantener la cocción por debajo de los 200 °C. Cocinar a fuego lento es una alternativa más segura.
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Marinar antes de cocinar. Un estudio de la Universidad Estatal de Kansas (2008) mostró que adobos con especias como tomillo, romero y pimienta redujeron hasta en 88% la formación de compuestos cancerígenos.
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No reutilizar los jugos de cocción, pues es ahí donde suelen concentrarse los químicos nocivos.
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Voltear la carne con frecuencia, para evitar que se queme por un solo lado.
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Optar por cortes magros y, si es posible, carne de res alimentada con pasto, que contiene más omega-3.
¿Con qué reemplazar la carne roja?
Más importante que eliminar un alimento es saber con qué sustituirlo. Los especialistas recomiendan una dieta rica en vegetales, legumbres, cereales integrales, frutas y proteínas vegetales como lentejas, tofu y frijoles.
“Limitar la carne roja y enfatizar una dieta basada en alimentos integrales de origen vegetal puede ayudar a reducir el riesgo de cáncer”, afirma Lindsey Wohlford, dietista del Centro Oncológico MD Anderson.
Estos alimentos aportan fibra, vitaminas y antioxidantes que favorecen la salud en general y podrían prevenir enfermedades crónicas.
¿Entonces, la carne roja causa cáncer?
La ciencia no tiene una respuesta absoluta, pero las evidencias son preocupantes. Si bien no se puede afirmar que la carne roja cause cáncer por sí sola, sí hay suficiente correlación y mecanismos biológicos plausibles como para considerarla un factor de riesgo.
“Entre el 30% y el 50% de los cánceres son prevenibles. La carne roja es solo uno de los posibles factores de estilo de vida que debemos considerar”, advierte Stern.
En una época en la que los casos de cáncer aumentan entre los adultos jóvenes, los expertos recomiendan tomar decisiones informadas y conversar con profesionales de salud sobre el riesgo personal de cada paciente.
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